Ir al contenido principal

Breve aclaración


Creo que dejé incompleto mi post sobre lecturas más o menos obligadas. Y, lo confieso, no lo escribí tal cual lo sentía por la pereza de la hora, quiero decir que lo cercené a sabiendas, con esa crueldad indolente que anticipa el pecado de desidia.

No creo que haya libros de obligada lectura, pero sí una especie de bibliografía personal forjada con los hallazgos proverbiales y las recomendaciones más o menos acertadas que van conformando una biblioteca vital, obviamente escasa, cuya lectura nos aportará, según el caso, diferentes interpretaciones de la vida. Quiero decir que la única posibilidad de honestidad es leer tal y como se vive, a la buena aventura, y no ciñéndose a un disparatado programa cuya urdimbre, para ser creíble, tendría que estar tramada en el Parnaso.

Me acabo de dar cuenta de que trato de justificar una postura intelectual. Que cada cual lea a su modo y sírvase el pretendido erudito citar cuantas fuentes estime convenientes para que no haya duda de su erudición. Yo, si pudiera, sería un erudito, pero sólo puedo ser un lector apasionado, y un fan de Peter Pan.

Comentarios

pepa mas gisbert ha dicho que…
No hay peor lector que aquel que no lee. Y aunque desde luego hay libros (creo yo) infumables, prefiero que alguien los lea antes que no lea nada.

He dicho, soy una erudita aunque no se muy bien en que

Entradas populares de este blog

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...